martes, 22 de septiembre de 2009

EL ORADOR SIN VOZ: JUAN JOSÉ CASTELLI



Juan José Castelli como Moreno, Belgrano y Monteagudo entre otros integraron el ala más radicalizada de la Revolución de Mayo. Inspirados en los ideales de la Revolución Francesa no concebían la libertad sin la igualdad.
Precursor de la Revolución, defensor del ideal independentista, de la igualdad (en el Alto Perú proclamó el fin de la servidumbre indígena) y de la unidad por la libertad de toda América, Castelli ganó enemigos entre los peninsulares y criollos moderados que temían la igualdad con los indígenas y la restitución de sus tierras.
Principal orador en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 en defensa de la retroversión de la soberanía al pueblo, luego de la derrota de Huaqui (20 de junio de 1811) y el avance de los moderados en la Junta Grande, fue detenido y enjuiciado en Buenos Aires acusado de promover ideas de independencia.
Castelli, el orador de la revolución, no tiene voz para defenderse. Galeano escribe “…agitador de indios, justiciero de pobres, vocero de la causa americana, no puede defenderse. Un cáncer le ha atacado la boca. Es preciso amputarle la lengua. La revolución queda muda en Buenos Aires”.
El 12 de octubre de 1812 muere y su juicio queda inconcluso, así como el sueño de igualdad y dignidad que este revolucionario al igual que Moreno y Belgrano sostuvieron. Revolución inconclusa, sueño que se fortalece en una Argentina donde la inclusión social sigue siendo un problema sin resolución.

Bibliografía sugerida:
Eduardo Galeano, Memorias del fuego.
Julio Cháves, Castelli el aladid de mayo.
Andrés Rivera, Las revolución es un sueño eterno.
Noemí Goldman, Historia y lenguaje. Los discursos de la Revolución de Mayo.

sábado, 23 de mayo de 2009

EL ARTE Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA.


P. Subercaseux

Hacia el Centenario de 1810, y a pedido del Estado Nacional, se realizaron pinturas que registraban los sucesos de Mayo considerado el hecho fundante de la patria.
A través de las imágenes se difundió la lectura que el Estado y la clase dirigente hacian sobre la Revolución, eligiendo los actores, las actitudes y el escenario de dicho acontecimiento. El protagonismo del Cabildo, la plaza y la presencia numérica del pueblo, son parte de la representación de ese pasado que se quería difundir.
Las obras clásicas de la Revolución de Mayo como “25 de mayo y los paraguas” de L. Sánchez de la Peña y “El cabildo del 22 de mayo” de P. Subercaseux, fueron tomadas como modelo para las posteriores imágenes que se realizaron a partir de 1910. Incluso las figuritas de las revistas infantiles son una relectura de estas primeras representaciones, y son leídas como verdaderos textos sobre quienes estaban, cuántos eran, cómo reclamaban y por qué no la cantidad de paraguas que había en la plaza.
Recordemos que las imágenes del 25 de Mayo que han quedado registradas en nuestra memoria tienen su propia historia.


Recomendaciones:
Visita el Museo Histórico Nacional donde podrás observar la pintura de Subercaseux, un paraguas de la época y otros objetos de los protagonistas de la Revolución.
Lecturas: Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión, 1910-1945 de Alejandro Cattaruzza.

martes, 12 de mayo de 2009

Fiestas Mayas

Un recorrido festivo: las Fiestas Mayas

La fiestas en conmemoración del 25 de Mayo comenzaron a celebrarse en el año 1811. Esta celebración duraba varios días y contaba con la participación entusiasta de la gente. Además de resaltar la “libertad” y los nuevos símbolos de unidad, los festejos que incluían una variedad de juegos, espectáculos, bailes, fuegos artificiales, iluminación y conciertos fueron mejorando su propuesta año tras año. Como parte del festejo de el primer aniversario de la revolución se construyó la Pirámide, ubicada en la Plaza de la Victoria (Plaza Mayor), ésta junto a la Catedral y la Recova fueron iluminadas y se constituyeron en el centro de las celebraciones.
El 5 de mayo de 1813 la Asamblea del año XIII estableció el 25 de mayo como fiesta cívica anual. Desde ese momento estas fiestas llamadas Fiestas Mayas se celebraron durante varios días y se constituyeron en verdadera expresión de alegría popular. Un folleto oficial del año 1813 comenta que llegada la noche del 25 de mayo “la alegría se derramaba con las gentes por las calles y las plazas: en la mayor se incendiaron dos vistosos castillos … bailaron en muchos puntos de la ciudad y en varias casas particulares”. Este espíritu festivo también se manifiesta en un artículo del diario La Prensa de 1872, al escribir “A medida que se van acercando los días de Mayo veíase dibujado en todos los rostros la alegría… Desde el amanecer del día 22 todo el pueblo abandona sus casas y se desborda en las plazas”.
El programa de los festejos incluía juegos como palos enjabonados, carreras de sortijas, varios juegos de azar e incluso en 1872 en la Plaza Once se organizaron “corridas de cerdo con la cola pelada y enjabonada”. Las carreras de toro, los espectáculos teatrales, los fuegos artificiales, globos de fuego, conciertos y bailes se prolongaban durante días. Al amanecer del 25 de Mayo la multitud esperaba los primeros rayos del sol para escuchar las salvas de los cañones, cantar el Himno, escuchar el repique de las campanas y vivar a la revolución.
El Tedeum, la presencia oficial y militar así como los colores y símbolos patrios convivían con la creatividad de la gente de los distintos barrios quienes intervenían en la iluminación y arreglo de las casas, así como en ocasiones organizaban comparsas con proclamas donde exaltaban las victorias militares y la libertad obtenida.
Desde los primeros años de la década del ochenta la presencia del Estado en la organización de las fiestas fue mayor, quedando reducida la celebración al día 25. La solemnidad desplazó los entretenimientos y juegos de la Plaza 25 de Mayo (antigua Plaza de Armas o Plazuela del Fuerte) y de la Victoria. En los festejos de 1884 se inauguró la Plaza de Mayo (la Recova que separaba las plazas de la Victoria y 25 de Mayo fue demolida), con un desfile militar de tres mil quinientos hombres. Desde 1888 los alumnos de las escuelas debieron participar concurriendo al Tedeum y desfilando ante el Presidente.
Las Fiestas Mayas de fines del siglo XIX perdieron el espíritu de espontaneidad y alegría de la gente, pasando el Estado a dominar la celebración preocupado por imponer los símbolos que permitieran constituir una identidad nacional frente a una sociedad en permanente cambio producto de la inmigración masiva.